6.09.2010

Maras y Pandillas - Vida Loca


Sin tener muy claro el tono en el que quiero escribir este artículo, se me cruzan por la mente dos líneas de pensamiento que modelarán el tema. 

La primera e inevitable, es percatarme que algunas ¿muchas? de las personas que están inmersas en el mundo de las pandillas, fueron, son y posiblemente serán seres humanos carentes de oportunidades para desarrollarse de forma armónica, como parte integrante de una sociedad con deseos de ser “sana”. En este sentido, el humanizar el rostro y tono de voz de aquellos sujetos, que continuamente ha estado asociado con las peores noticias en las páginas de los periódicos, me lleva al punto de cuestionar qué hacemos como sociedad para corresponsabilizarnos de lo que sucede en nuestro entorno… por qué es tan grande nuestra apatía ante este desavenir social, será porque es un problema de algunos o será porque desconocemos los síntomas y remedios.

La segunda línea que deseo tratar, representa una sensación desconcertante para mí, porque me queda claro con el documental “Vida Loca” y la lectura “Maras y Pandillas”, que estas células están impresionantemente bien organizadas, disciplinadas y por ende comprometidas incuestionable y apasionadamente con una causa y con sus hermanos… lo cual, con el perdón de todos los que pueden leer este artículo, me recuerda al antagónico y nunca suficientemente bien aprovechado ejército.

Como precisamente el objetivo de esta exposición de mis pensamientos, es desarrollar los aspectos organizativos que hacen de las maras lo que son hoy por hoy, inicio desarrollando que para mí este es un problema, que simplificándolo, se puede originar en el seno de una familia monoparental, carente de oportunidad, identidad, de afecto y de figuras ejemplares a seguir. 

Sin más bajo mi manga, considero trascendental que la necesidad de pertenencia social y vinculación familiar de estos jóvenes, los lleve a ser un blanco fácil para el reclutamiento voluntario. Si bien en los dos estudios de caso no se observa una jerarquía vertical profundamente marcada, en su horizontalidad el derecho a opinar en las mirins y el respeto, se ganan tácitamente en base a méritos. En este patrón de ordenamiento se generan las condiciones para gestar dominancia de espacios, que en algunos casos se puede entender como la “privatización de espacios públicos” donde las reglas son muy claras: Esta área pertenece al grupo “x” y todo lo que hay dentro es mi fuente de recursos, mismo que administro con autonomía y sin tener que seguir patrones preestablecidos. 

En el eje de la mujer y familia, se dan mecánicas diferenciadoras. La mujer en sí está vista como un objeto de placer sexual, que puede o no estar vinculada con la mara; si está relacionada, se le conceden tareas menores (ya que en el pasado se probó que no tienen el mismo nivel de compromiso que el hombre, para proteger la información de su clica, ante alguna adversidad), su opinión es escuchada más no tomada en cuenta. Los hijos resultantes de las uniones entre estos individuos son protegidos por la clica, ya que en la mayoría de los casos, quedan huérfanos a corta edad y bajo el cuidado de alguna abuela. 

Lo que me molesta como un Kish, es ese círculo vicioso que aún no encuentra su amenaza en alguna estrategia inteligente desarrollada como país. Queda claro que la política de mano dura solamente fomenta que las pandillas sean más organizadas y sanguinarias. Me pregunto entonces, qué podemos hacer.

-Es momento de reflexionar-





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